Costarriqueñismos: ¡Váyase p´al carajo!
Aún a principios de los 50 del siglo pasado, el uso de la palabra carajo era socialmente inaceptable. Se le usaba, principalmente, como exclamación, para denotar un arranque de ira o mostrar profundo desacuerdo con algún tema o actuación de alguien. De hecho, llamar carajo a un individuo (un varón, nunca se le usó en femenino) era un insulto grave, quizás más que el propio mentonazo de madre. Y es que carajo, desde tiempos coloniales era el nombre más vulgar con que se conocía al miembro viril. He buscado en diversas fuentes el origen de esta palabra y he encontrado algunos datos interesantes que resumo a continuación.
Según he encontrado, esta versión podría tener algo de sentido. Solo que, en realidad, no es a la canastilla, en sí, a la que se llamaba carajo, sino que a ésta se le identificaba como un nido de un pájaro. La expresión se deriva de la palabra holandesa “kraaienest” que significa: “nido de cuervo”, que era el nombre que le daban al puesto del vigía en el mástil central de la nave. En holandés, “kraaie” es una especie de cuervo. Hay un dicho español que reza: “cuando el grajo vuele abajo, hace frío del carajo”.
A una variedad de cuervo se le llamaba en español antiguo garajo, que evolucionó primero a carajo e independientemente a graja y posteriormente grajo. Quizás, la asociación vulgar del carajo con el pene, puede tener alguna relación náutica relacionada con el mástil, pues, al palo colocado perpendicularmente y a diferentes alturas en los mástiles de los veleros grandes para sujetar las velas rectangulares, se le conoce como verga.
Otra versión con que me he topado, dice que la palabra proviene del Árabe, “kharaja”, la cual significa salir. Originalmente se decía simplemente como una órden: “¡Kharaja!, que los españoles repetían simplemente espetaban como caraja o carajo, a manera de orden con sentido fuertemente impositivo y brusco. Luego se extendió como váyase al carajo.
Pero esta explicación en sí, no nos aclara el porqué del sentido vulgar del término.
Se dice que, hacia el año 400, en España y Portugal, el término carajo tomó un sentido vulgar, y pasó a ser un nombre malsonante para el miembro viril. Y la explicación es sencilla. En casi todas las culturas, al órgano sexual masculino, por su morfología, se le identifica con un pájaro o una paloma. De hecho, estas dos denominaciones son ampliamente difundidas en forma explícita y directa. En muchos casos, como una especie de metáfora, se prefiere usar el nombre de algún pájaro en particular. Como ejemplo, en Costa Rica, al pene se le asocia con el piche (tipo de pato pequeño de la región del Pacífico), y su femenino, picha.
En Portugués, garajo tomó la forma de “caralho, y en Catalán, “carall” y, como pájaro, fue una de las formas vulgares de nombrar el pene. En gallego, la palabra se transformó en “carallo”, pero no tiene ningún sentido peyorativo, más bien se usa para expresar algo muy bueno, uso que también ha venido a América: “¡fue un partido del carajo!.
Por lo tanto, “váyase al carajo” es otra forma grosera de decir “váyase a la mierda” o “váyase al diablo”.
De hecho, en Costa Rica se asoció carajo con el pene desde tiempos de la colonia, probablemente por la influencia española. Aún en los años 1950 era tremendamente vulgar decir carajo. Luego, conforme el significado vulgar se desligó, la gente lo usó mucho más libremente, y pasó a designar, de mala manera, a cualquier individuo, con una carga ligeramente despectiva, pero casi neutra.
Pero tanto se popularizó, que incluso no es inusual que un padre llame a sus propios hijos, “ mis carajillos”. De hecho, hoy casi es un término neutro para designar, de manera un tanto despectiva, a un individuo cuyo nombre no se conoce o no se quiere mencionar.
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