Mercado de Capitales
José Rafael Brenes Vega
26 de agosto del 2011
La importancia del mercado de capitales en un país en vías de desarrollo como Costa Rica es clave. Es a través de este que los ahorrantes pueden alcanzar sus objetivos financieros, reservando su dinero para gastos futuros, eventos no esperados y un retiro más digno. De igual manera, es a través del mercado de capitales que las empresas logran financiar sus proyectos. Al funcionar adecuadamente, le dan la oportunidad a los emprendedores de poner sus ideas en acción, a las empresas ya establecidas de ampliar sus mercados y crear así nuevos empleos mejorando el bienestar de la población.
Es mediante un mercado de capitales eficiente, que los pequeños y medianos ahorrantes, logran tener oportunidad de participar en negocios que, de otra forma, sólo los grandes capitales podrían alcanzar. Precisamente, gracias a este proceso, se hace realidad la “democratización del capital”.
Las últimas dos décadas han visto un acelerado crecimiento y sofisticación en la prestación de servicios bancarios y financieros. La apertura de las cuentas corrientes a los bancos privados, el ingreso de participantes internacionales y el avance en las plataformas tecnológicas han resultado en una mejora significativa para los usuarios, en cuanto al acceso a estos servicios como a la calidad de los mismos. Pensar hace diez años en que el pago de las planillas agrícolas o del sector construcción se harían mediante transferencias electrónicas en bancos de propiedad inglesa o canadiense era una locura.
En otras áreas los mercados de capitales no han tenido tanto vigor. En particular, el desarrollo del mercado de valores es aún incipiente. Si bien su consolidación como mecanismo de distribución y formación de precios para las emisiones de deuda (en el año 2010 se negociaron más de 45.000 millones de dólares de papel estatal) ha ido acompañada de un desarrollo institucional y normativo según las mejores prácticas internacionales, el segmento accionario ha quedad relegado. La capitalización de mercado de las empresas listadas en bolsa (12) representa apenas el 6% del PIB. Las compañías que requieren crecer más allá de su capacidad de apalancamiento no han encontrado oportunidad de hacerlo por medio del mercado y, en consecuencia, los inversionistas no han tenido la oportunidad de participar en el éxito de estas empresas.
Los factores que se citan para explicar este fenómeno son muchos: el carácter predominantemente familiar de las empresas; el tamaño del mercado; la regulación, percibida como excesivamente rigurosa, etc. Sin embargo, quizás el factor clave es otro: existe un vacío en el ciclo de crecimiento de las empresas para posibilitar su paso de empresa familiar a empresa listada. Este vacío lo llena la naciente industria de capital privado: especialistas con la capacidad de proporcionar el conocimiento necesario para profesionalizar la gestión de los emprendedores y convertirlos en empresarios. Por la parte de la demanda, se requiere de gestores de inversión que comprendan estas oportunidades y las incorporen a portafolios que se beneficien de esta clase de activos.
Hoy vivimos una coyuntura llena de oportunidades. Finalmente hemos reconocido que no es suficiente tener una regulación de mercado desarrollado para que se desarrolle el mercado. Se requiere de una política pública que promueve la adopción de un modelo participativo de gestión, por medio de mercados de oferta restringida, donde la industria de capital privado y los fondos de capital de riesgo actúen como catalizadores para la modernización de nuestro sector productivo. Está al alcance de la mano. Nueva Zelanda, con una población similar a la nuestra, sin recursos minerales al igual que Costa Rica, adoptó este modelo. Hoy tiene 353 empresas inscritas en bolsa, con una capitalización de mercado del 52% del PIB y un ingreso per capita de $28.000. Si hacemos las cosas bien, no tiene que tomarnos veinticinco años llegar a Nueva Zelanda.
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